Pintura

Un camión escalera repleto de campesinos como ella.
La ciudad estaba lejos. Caminamos al caserío en la montaña para resguardarnos del sol.Pasé las horas haciendo equilibrio sobre los pesados rieles. La mirada atenta de la abuela mientras conversaba largamente con otras mujeres que tenían pañoletas coloridas en la cabeza. La pañoleta de mi abuela, roja. Una tela suave y casi transparente. Como una gasa delicada.
Un caserío estrecho a lado y lado de los rieles. Puertas gigantescas. Ventanas rojas. Amarillas. Chambranas protectoras. Postigos abiertos. Paredes de madera blanca.
En la estrechez se deslizó un tren. El sonido de una campana. El rugido de un motor que nunca había oído antes entró al caserío como un ani- mal cansado. No pudimos subir a los vagones atestados de siluetas.
Un cohete blanco llegaría a la luna en pocos días y ni yo, ni aquellas mujeres y hombres, lo sabíamos aún.
La noche llegó pronto y la oscuridad borró todos los colores.